La psicoterapia es el proceso por el cual se procura el bienestar mental de las personas y el alivio de su sufrimiento, mediante la creación de un espacio conjunto de reflexión marcado por el encuentro y el descubrimiento personal.
Este trayecto que recorrerá junto con el terapeuta se basará en el diálogo, el respeto y la confianza, con el objetivo de poder establecer una relación más saludable con el mundo que nos rodea, mejorar los aspectos en los que tenemos dificultades, potenciar nuestras fortalezas y, sobre todo, con el fin de estar más a gusto con nosotros mismos y con los demás.
En definitiva, usted y yo trabajaremos juntos para identificar y transformar los patrones relacionales y emocionales que le impiden sentirse bien.
Efectivamente, decidir cuándo y por qué acudir a un psicólogo no es siempre tarea sencilla.
Se trata de una necesidad subjetiva, que no depende tanto del problema o situación por la que atraviesa la persona, sino de la afectación que le supone o del grado de competencia que siente o no tener para hacerle frente.
Cuando las distintas vías por los que se ha tratado de solucionar el problema no han resultado satisfactorias para entender y afrontar el malestar, entonces consultar con un psicólogo puede resultar de gran utilidad.
Con los niños ocurre que muchas veces no saben expresar su malestar o lo hacen de forma indirecta, siendo los padres, profesores o cuidadores quienes suelen detectar que algo no va bien. Debemos observar cualquier cambio notable en la conducta del menor, ya sea tanto por exceso como por defecto, pudiendo ser indicadores de dificultades los siguientes aspectos:
- Cambios en los patrones de alimentación. Come más o menos que antes o lo hace de forma diferente.
- Cambios en los patrones de sueño. Presencia de alteraciones como insomnio, pesadillas, está muy cansado durante el día, vuelve a orinarse en la cama, etc.
- Cambios en el rendimiento escolar. No es capaz de prestar atención, no hace sus tareas o su rendimiento ha bajado notablemente.
- Cambios en su estado de ánimo. Parece más triste, apagado, sin energía o muy irritable.
- Cambios en su nivel de actividad. Ha habido una notable disminución o aumento en los últimos meses.
- Alteraciones en el juego. Juega siempre solo, no participa en juegos sociales, se aísla, juega siempre a juegos violentos.
- Alteración en la conducta. No acata normas o tiene conductas desadaptadas.
- Alteraciones en las relaciones sociales. Ha dejado de relacionarse, problemas duraderos con sus compañeros, no es capaz de hacer nuevos amigos, evita situaciones sociales o presenta claros síntomas de ansiedad en dichas situaciones.
"El zapato que le ajusta a un hombre, le aprieta a otro; No hay receta para la vida que funcione en todos los casos".
Carl Gustav Jung.
Cada persona es única y particular, por lo que toda intervención se organizará específicamente en
relación a sus características personales y las dificultades presentadas.
En cuanto a la duración, esta dependerá de factores tan diversos como el tipo de problema/s y su evolución en
el tiempo, disponibilidad y demanda concreta de la persona, su motivación e implicación en el proceso de cambio, etc.
Una actitud proactiva y de implicación serán factores facilitadores del proceso terapéutico. Sin embargo, una actitud pasiva, en espera de recetas mágicas sin esfuerzo, no obtendrá los resultados esperados.